Proclama
el Partido Popular de Bustarviejo que el vecino es "el centro de sus
esfuerzos". La lectura (incluso desatenta) de su programa indica más bien
que el susodicho es, más bien, el impenitente objeto de su manipulación.
La
flatulencia, pedantería, pretenciosidad e irrealidad de la mayoría de su
centenar y pico de propuestas conforman uno de los ejemplos más burdos de la
palabrería política.
Pero
¿es que han copiado (mal) algún programa de sus correligionarios de una capital
de provincia y lo han adaptado (peor) a
la "realidad" local?
Es
tradición del Partido Popular esconder sus verdaderas intenciones de gobierno
entre una prodigalidad de propuestas sin sustento real. Pero esta versión ultra
local que vivaquea en Bustarviejo supera todos los límites del sentido común.
Se
ofrecen bonificaciones, exenciones, reducciones y hasta eliminaciones de
impuestos y tasas, por supuesto sin detallar, mientras se prometen auditorías,
programas, planes, inversiones, obras, actividades y todo tipo de actuaciones,
sin apuntar siquiera de donde van a obtener los recursos alternativos.
No
aclaran si van a pagar a los proveedores del Ayuntamiento o van a intentar
esconder de nuevo las facturas en el fondo de los cajones, a escamotearlas de
los libros de contabilidad. Tampoco cuentan, claro, cómo van a silenciar al
interventor y a los funcionarios de Hacienda.
Les
sobra imaginación para sortear todos esos inconvenientes. No dicen, pero a lo
peor confían en que las santidades locales les premien con un maná proveedor.
Cuando
la propuesta les parece demasiado complicada para explicarla o demasiado
arriesgada para detallarla acuden al manido latiguillo de los Planes. Hay tantos
planes en el programa que sólo les ha faltado un Plan para elaborar los mismos.
Como
la cabra tira al monte, muestran una querencia irresistible por el afán
promotor del ladrillo y la especulación disimulada en forma de cooperación,
estímulo, ayudas y otros regalitos a los que han demostrado ser tan aficionados
para escarnio de los intereses generales. Como han alquilado vestimenta
tecnológica de camuflaje, ahora lo venden como "eficiencia
energética", "planes renove", "rehabilitaciones,
accesibilidad universal y emprendimiento creativo. Les traiciona la ensoñación
de tiempos pretéritos de timos y burbujas. No quieren enterarse de que ya no quedan
promotores locales, los bancos echan lastre y las viviendas vacías brotan como
setas en otoño.
No es
extraño que les moleste el PGOU, al que califican de IMPUESTO (así con
mayúsculas), cuando fué aprobado por la mayoría del Pleno. Les brota, sin
remedio, su habitual instinto antidemocrático, exhibido con indisimulado
resentimiento durante estos ocho últimos años. El PGOU adaptado tiene en cuenta
tendencias reales y no crecimientos faraónicos de quien se creen profetas de un
desarrollo caduco y destructivo.
Para
compensar el tufo a negocio viejo con hábitos nuevos, rescatan el puro
pesebrismo con propuestas de torpe populismo, como la "libre concurrencia
de empresas locales en los concursos públicos municipales, especialmente para nuestros pequeños constructores y empresas
de servicios". Todo por el voto.
Algunas
propuestas son insuperablemente hilarantes, sólo explicables porque hayan sido
paridas durante noches de poco sueño y mucho alcohol
- Una
Escuela de Negocios para emprendedores locales. Vamos, como un MBA local. Sólo
a un empresario "exitoso", especializado en hundimiento de empresas,
podría ocurrírsele tamaña genialidad.
- Una Red de Trabajo ¨NetWork¨, para ofrecer servicios de apoyo a
los emprendedores y empresarios.
- La
sempiterna promesa de conversión del Polígono de los Navazales en una especie
de Silicon Valley local con aroma a zoropino y la transformación de la ruinosa
Fábrica de Quesos en algo parecido a la casa inteligente de Bill Gates.
Proyectan
una visión de parque temático cuando hablan del turismo en Bustarviejo, con su
peculiar interpretación de la naturaleza como recurso explotable. No podía
faltar la mina como Santo Grial que atraerá por miles a propios y extraños. Dejemos
que la Dirección General de Minas, órgano competente, les ponga en su ridículo
sitio. Salvo que se obre el milagro de la donación de un millón de euros para
rehabilitar la instalación y abrirla al público. Tal ilusión sólo puede
encontrarse en las cavidades oscuras de sus pretensiones.
La
combinación de la España eterna con la modernidad más audaz provoca el
desternille. Proponen suprimir "en un 70%" el papel, "digitalizar" el Ayuntamiento, el
municipio y cualquier otra institución que se preste. Claro que, a la vista de
sus experiencias de gestión, debemos interpretar correctamente el término
"digital": empleos a dedo, contratos a dedo, concesiones a dedo.
Se
muestran obsequiosos en el trato a los vecinos, con disponibilidad sin límite
horario (en días laborables y fiestas de guardar), alcalde y concejales con el
teléfono prendido a la oreja para responder a cualquier urgencia, queja o
exabrupto vecinal. Alcalde a pie de calle, acodado en cualquier barra de bar
para responder a "qué hay de lo mío". Prometen trabajo de sol a sol.
Insinúan la irrupción de sus nóminas, pero no se atreven a anunciar el peso de
las cifras.
Van
de agilizar y adelgazar el gobierno, pero ofertan más concejalías: no una, ni
dos, que son tres, o más. A saber: RRPP, RREE,
RRHH. No son matrículas corporativas, son abreviaturas (ya saben: recursos
humanos, relaciones públicas, marketing). Todo modernísimo, muy arraigado en
las costumbres locales. El negocio típico de los jetas, de los
caraduras, de los picos de oro, de los aprovechados. Pero lo imbatible, lo
verdaderamente "innovador" es la "Concejalía de Compras".
¿No les huele a podrido en Dinamarca?
En
los servicios públicos, que tanto denostan y encarnizan en sus discursos de
neoliberalismo aprendido en cursos por correspondencia, despliegan toda su
hipocresía. Ahora descubren el Colegio público (del que han apartado a sus
hijos como si fuera un centro de apestados) y le ofrecen oro, incienso y mirra procedentes de una
Comunidad de Madrid, de la que, en los últimos años, sólo ha llegado carbón, recortes y supresión
de los más elementales apoyos. Ahora se acuerdan con candor de la Casita de
Niños, a la que siempre han visto como un pozo sin fondo de recursos. Y
suspiran por el Polideportivo, al que les gustaría convertirlo en lugar de
colonización de empresas privadas con mucho ánimo de lucro y poco espíritu
deportivo.
Con
éstas y otras supuestas propuestas de "protección social" practican un
ejercicio inveterado de cinismo: prometen lo que su partido en la Comunidad de
Madrid se ha dedicado a recortar, desmontar o eliminar implacablemente en los
últimos años.
Si no
les conociéramos tan bien, diríamos que los años pasados en la oposición local han
debido servirles para conversiones paulinas a la democracia, la transparencia y
la participación. Todo el capítulo titulado "una nueva forma de entender
el Ayuntamiento" es un catálogo predecible de lugares comunes,
formulaciones grandilocuentes y sonoras contradicciones con su prolongada
experiencia en el gobierno local.
Se
muestran descuidados en su empeño por sonar novedosos, proponiendo al mismo
tiempo aligerar la administración y crear nuevos puestos o recuperar algunos
amortizados, como el de ADL. Por lo menos, han tenido la decencia de no
referirse a los empleados municipales como la "grasa" del
Ayuntamiento, como hizo su más locuaz candidato durante el debate del Plan de
Ajuste.
Esperemos
que asuman, esta vez sí, la responsabilidad de la inevitable quiebra municipal
reforzada, si ejecutan sólo una parte de este programa, salvo remedio de un
reparo de intervención
Invocan
a la participación, de la que se burlan o a la que desprecian, y rinden culto a
la transparencia ¿Esa transparencia que ejercieron en su último periodo en el
gobierno, con facturas sin pagar en el fondo de los cajones, reparos ocultos o
tratos inexplicados con promotores que dejaron en el limbo cesiones de terreno
y obligaciones de urbanización?
Quieren
publicitar decisiones y plenos. Es bien conocido y mal soportado el
irrefrenable narcisismo de su más prominente y experimentado candidato. Ahora,
no contento con aburrir a concejales y público abnegado a base de peroratas
repetitivas y autoelogiosas, pretende erigirse en Gran Hermano local. Confunden
la comunicación con el marketing, la transparencia con las relaciones públicas,
la información con la propaganda.
Al
pretender hacer diagnóstico de las relaciones institucionales, yerran
intencionadamente de dirección en el tráfico de la deslealtad. Es a la
Comunidad de Madrid a la que debe imputarse
ese comportamiento sectario. En cuanto a las Mancomunidades, quizás sólo puedan
asistir a sus entierros respectivos, debido precisamente al abandono del que
son objeto por parte del gobierno autonómico.
Lanzan
proclamas manidas a la Familia (con mayúsculas), la única que ellos conciben,
la convencional, la sometida al guión de sus creencias. Jalean a los mayores,
cantera invariable de votos, prometiéndoles privilegios y canonjías de dudosa
legalidad y de rancio pesebrismo, en el caso de la "Residencia de
Ancianos", u ofertando actividades difusas y entretenimientos caducos. Y
para dar un poco de altura a tanto tópico, se inventan el pedante título de
"mayor emérito". No aclaran si en el juego del mus, la brisca o el
bingo. Su concepto de mayores lo dejaron bien claro durante el escándalo de la
secta. Fue vergonzoso cómo se aferraron a las no-monjas, mientras toda
la podrida hipocresía estallaba a su alrededor, sin atreverse a confesar la
verdadera razón de su fidelidad al Patrón.
Con
la juventud y la infancia se les agotan las ideas y les supuran los tópicos.
Todo
el esfuerzo "creativo" de este capítulo social lo han puesto en el
tratamiento de la mujer. "Pondremos en marcha el proyecto 'Mujer Bustareña
visible'", dicen sin sonrojarse. ¿Es que ahora es invisible la mujer en
Bustarviejo. ¿Es que pretenden fijar un estándar de mujer local? ¿Les habrá
prestado la "idea" Aznar? ¿No se acuerdan de su retrógrada noción de mujer-mujer?
El PP sale de este jardín de la "visibilidad femenina" con
previsibles referencias a la conciliación laboral-familiar y otras propuestas
con aroma a nuevas tecnologías.
A
medida que se acerca el remate del programa, se aprecia el desgaste de las
pilas. El capítulo cultural se resuelve en promesas huecas y alguna
contradicción ideológica de manual, como "planificar la lectura",
algo intolerable para cualquier liberal que se precie. El resto resulta
irrelevante y escurridizo incluso para la crítica, por insustancial y tópico.
Ahora
descubren la Escuela de Música, a la que quisieron boicotear. Pero no aclaran
si la privatizarán. Prometen presencia en ella de "su" Alcalde. ¿O
será de su consorte, que aún no ha explicado cómo cobraba cuando
"gestionaba" el servicio? El resto del programa cultural son
obviedades de camuflaje.
Para
"enganchar" con algo original se inventan 52 proyectos y 53 eventos, una asimetría
intrigante. Se antoja cierta modestia. Con ese vigor del que presumen, hubieran
sido capaces de hacer un par de eventos por semana, por ejemplo para hombres y
mujeres, para los de aquí y los de fuera. En cuanto a la naturaleza de los
eventos, se echa en falta un concurso de zarzuela, el día de la vaquilla y, para
las fiestas entre semana, milagro...
Pero
el verdadero entusiasmo se vuelca en la recuperación de los festejos populares.
Aquí se les acaba la exhibición de modernidad y tecnología. Éste es el
auténtico núcleo duro del programa, donde no les importa decir la verdad de lo
que piensan, del pueblo que quieren. La cibernética deja aquí paso a la
arqueología. Les ha faltado imaginación para proponer una versión virtual de
las corridas y los encierros, un concurso de videojuegos inspirado en la fiesta
nacional.
No es
extraño su entusiasmo por el festejo de disfraces. Mucho de eso necesitan para
camuflar tanta impostura, tanta petulancia, tanta vacuidad, tanta falsedad
política, tanta ingravidez programática, tanto timo del tocomocho. Por no
hablar, claro, del eructo claramente fascistoide de uno de sus
candidatos, que recomienda "palizas" a los adversarios ideológicos.
En
definitiva, un programa grandilocuente y como tal irrealizable, destinado a
engatusar a un pueblo golpeado por la crisis (la global y la local) con
golosinas indigestas y flatulentas.